Desde que descubrí la frase "¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!" me fascinó ese personaje feo, jorobado y con una mano inútil; y de eso hace ya muchos años. Fue la segunda obra de teatro que leí de Shakespeare (después del inevitable y más famoso Hamlet) y me quedó grabado en la memoria las intrigas, trampas, traiciones y engaños que se suceden, casi sin parar, en la obra.
Evidentemente, por aquel entonces no llegué a entender todos los tejemanejes de Ricardo de Gloucester porque se necesita un poco de experiencia en la vida para poder llegar a entender todas las cosas de las que es capaz de hacer el ser humano para conseguir sus objetivos. Por ejemplo, el ascenso en una gran empresa, la obtención de una jugosa herencia o la lucha de egos de los actores teatrales mismo (por supuesto, con menos dosis de sangre, por favor).
Shakespeare, que también tenía que comer, se pone al servicio de la dinastía reinante en su época para escribir sobre un Rey Ricardo que no se adapta al histórico y que dibuja con todos los horrores posibles para legimitar a dicha dinastía en el trono, que reivindicaron con una excusa más bien tirando a pobre.
Escenas como la 2ª del 1er. acto o la 4ª del 4º acto, donde Ricardo se enfrenta a dos mujeres (a una mató a su marido; a la otra, a sus dos hijos) y a la primera consigue conquistarla para que se case con él y a la segunda le arrebata una promesa para que medie entre él y su hija (hermana de los príncipes que asesinó) para casarse con ella, son escenas de sutileza, de engaños, de sentimientos encontrados, díficiles de interpretar y, por ello, retos de altura.
Ahora tengo la oportunidad de estudiarla con más profundidad, de participar en un mes de trabajo basado en Ricardo III (a las órdenes de Pilar Plà, a partir del lunes que viene) y las ganas se me comen por dentro.
Comentario sobre la obra: http://www.biografiasyvidas.com/monografia/shakespeare/ricardo_iii.htm
Biografía de Ricardo III (histórico): http://es.wikipedia.org/wiki/Ricardo_III_de_Inglaterra
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