29 de junio de 2009

Yoshio Iida / Yoshi Oïda

Hablar de Yoshi Oïda (Kobe, Japón, 1933) es hablar de teatro. Actor de teatro, cine y televisión, director de teatro y ópera, teórico de la interpretación. Miembro original del Centro Internacional de Investigación Teatral (Centre International de Recherche Théâtrale, CIRT), intérprete en los montajes La conferencia de los pájaros y El Mahabharata (dirigidos por Peter Brook en el CIRT), autor de Un actor a la deriva, El actor invisible y An Actor's Tricks (sin traducir al castellano), y oficial de la Orden de las Artes y las Letras de Francia. Su vida no se puede reducir en una entrada de un blog, ni en los tres libros que ha escrito, ni en cinco días de curso con él.

Porque más que un actor, Yoshi es un hombre que desborda sabiduría. Es como uno de esos personajes ancianos de las películas clásicas japonesas, al cual todos los jóvenes veneran y cuyos consejos se convierten en órdenes o doctrinas que seguir. Como el profesor de "Madadayo" (Akira Kurosawa, 1992) al cual todos sus alumnos recuerdan con cariño y tratan con un respeto reverencial en cada reencuentro anual.

Yoshi ha aprendido de los grandes, ha trabajado con los grandes y, desde hace ya mucho tiempo, se ha convertido en uno de los grandes. Y lo que diferencia a este grupo de gente del resto de los mortales es la certeza que tienen de no estar en posesión de la verdad, la duda sobre toda aseveración categórica y la voluntad de encontrar cosas de las que aprender en cada momento de la vida.

Desde el principio, Yoshi siempre nos dijo, durante cinco jornadas de trabajo intenso (organizado por La Nave Va) que un grupo de aspirantes y profesionales compartimos con él, que no sabe cómo se hacen las grandes interpretaciones, que lo que a él le parece malo a otro le puede parecer excelente (así que no se cree en posesión de la verdad absoluta) y que en lo único que cree es que el actor debe estar preparado, debe trabajar y debe confiar en sus posibilidades y herramientas para poder llegar a donde el texto, el director o el público le pide. Es simple: se trata de prepararse para aprovechar todo lo que te pueden ofrecer para poder "intentar llegar a esa gran interpretación".

Y la mezcla de la preparación del cuerpo y la mente, como los antiguos griegos, es lo que intenta inculcar en los pequeños cursos que va impartiendo por todo el mundo. Y en eso es donde se nota su maestría.

Él es como uno de esos ancianos, tranquilo, que no eleva la voz más de lo necesario, que se mueve con lentitud. Pero es una decisión propia, una elección de vida, porque cuando lo necesita, reacciona, estalla y se mueve con una agilidad envidiable incluso por cualquier veinteañero, y es capaz de lanzar un torrente de voz audible incluso en un tumulto. Eso es un actor físicamente preparado para poder transmitir cualquier cosa con su cuerpo.

Y, de la misma forma, es capaz de escuchar con atención, mirar como si estuviera a punto de perderse algo y prestando atención a cada una de las palabras que cualquiera le decíamos. Así podía entender lo que queríamos decirle, interiorizarlo y tomar una decisión para contestarnos, para hacer un ejercicio o, sencillamente, para soltar una carcajada divertido. Y eso es un actor mentalmente preparado para responder a cualquier estímulo con su cuerpo.

Después, el resto es accesorio. Si alguien decía que le funcionaba un tipo de método de interpretación, a él le parecía bien (aunque él no fuera partidario de ninguno en especial). Si alguien decía que le iba bien hacer cierto tipo de deporte para mantener ágil su cuerpo , a él le parecía bien (aunque no comentó que practicara ninguno). O, si alguien explicaba algún tipo de disciplina física para mantener en forma el cuerpo y el espíritu, a él también le parecía bien (él que ha practicado una cantidad variada de disciplinas orientales de meditación y trabajo corporal). Cada uno tiene que encontrar su camino, y, por eso, existen infinitos métodos para recorrerlo.

Desde su Japón natal, hasta París y, desde ya hace muchos años, el mundo entero, Yoshi ha vivido toda una vida para tener una idea tan sencilla que a cualquiera puede parecerle obvia, pero él la explica desde la seguridad de que es un método que funciona, porque él es el vivo ejemplo.
Fueron unos días apasionantes, cansados, provechosos, intensos, a mitad de camino entre la realidad y la ficción, entre la vida real y el lapsus de tiempo que no quieres que se acabe. Fue una experiencia única, a la que todos, al final, sólo pudimos dar las gracias de una forma más bien patosa.

Suerte tuvimos de presenciar y poder aprender tanto de uno de los grandes actores que quedan vivos. Gracias.


Yoshi y yo, durante la comida de despedida del workshop.