Hace ya algún tiempo, un actor murciano me explicaba, entre cerveza y cerveza, que quería venirse a hacer teatro a Barcelona. Mi pregunta fue inevitable conociendo la cantidad de actores que habemos por aquí y la dificultad idiomática que podría encontrarse (aunque aquí también se hace teatro en castellano): ¿por qué quieres venir a aquí?. "Porque si quieres triunfar tienes que ir a Madrid, pero si quieres hacer buen teatro tienes que venir a Barcelona", me dijo.
De la segunda parte de la sentencia podríamos discutir durante mucho tiempo (y no digo que esté ni a favor, ni en contra), pero de la primera parte hace tiempo que no tengo ninguna duda. Y no nos engañemos, es por algo tan banal como que en Barcelona puede haber mucho teatro pero es difícil que los productores de una serie nacional o de una película tengan noticias de ti. Trabajando en Madrid, ya tienes esa parte del trabajo medio hecha.
De ahí que el teatro madrileño esté plagado de actores murcianos, andaluces, vascos,... e, incluso, catalanes.
Así que, teniendo un fin de semana largo (3 días), nos decidimos a hacer una "excursión" a Madrid para visitar el Museo Reina Sofía, el Museo del Prado y para ver dos obras de teatro: La cena de los generales, un texto de José Luís Alonso de Santos, y Ser o no ser, una adaptación de la famosa película de Ernst Lubitsch. La primera la protagonizaban Sancho Gracia (Curro Jiménez), Juanjo Cucalón (Mis adorables vecinos) y Ana Goya (Abogados); la segunda, José Luís Gil (Aquí no hay quien viva), Carlos Chamarro (Cámara Café), Diego Martín (Hermanos Detectives), Amparo Larrañaga (MIR). O sea, un montón de "estrellas televisivas" conocidos por todos.
De las dos obras me quedo, sin lugar a dudas, con La cena de los generales. Será porque me cuesta encontrar fallos en los textos de Alonso de Santos, porque era una obra compleja de dirigir e interpretar o porque Sancho Gracia me sorprendió muy gratamente. El caso es que fue una gran opción, dentro de toda la oferta que había en Madrid.
Pero tuve un problema: el estilo del teatro madrileño (al menos del que vimos nosotros) es demasiado "televisivo". Por ejemplo, a José Luís Gil le vimos el mismo personaje indignado y gritón que hacía en Aquí no hay quien viva (y hace en la nueva versión en otra cadena), y a Carlos Chamarro el mismo irresolutivo y, a ratos, cobardica oficinista que hacía en Cámara Café. Por ejemplo, Juanjo Cucalón creó un personaje igual durante toda la obra (que no sencillo, ojo) en busca de risas fáciles, sacrificando auténticas carcajadas al final de la obra si lo hubiera construido con un "crescendo"; o Ana Goya estuvo correctísima durante toda la representación, para deslucir su última escena por buscar ese momento dramático facilón (y poco creíble) que "sensibilice el corazón del espectador". Fue como si la inmediatez y urgencias televisivas (así es como se trabaja en televisión, se siente) se hubieran trasladado al escenario.
Y eso no me gustó.
Mención a parte fueron Sancho Gracia y Diego Martín. El primero imaginaba que, seguramente, lo haría bien (ya son muchos años de experiencia) pero no esperaba que me sorprendiera tanto. Yendo a ver una obra titulada La cena de los generales, esperaba que su personaje fuera el de un general que explotara la faceta cinematográfica que podemos verle en sus últimos años: gritón, cascarrabias,... Pero fue todo lo contrario: no hizo de general, no gritó y desapareció debajo de su personaje para que nos olvidáramos de él, de Curro Jiménez o de su personaje de 800 balas (y, ¿no es eso actuar?). Lo vi como a un grande, como a la Sardà o a Luppi (que a estas alturas pueden hacer lo que les dé la gana).
El segundo, Diego Martín, es un actor que, siempre que lo he visto en televisión, he tenido la sensación de creérmelo, siempre ha sabido entender en qué producto estaba y darle el tono adecuado a su actuación. Y no defraudó en el teatro. Habrá que esperar a ver hacia donde tira, pero por ahora es de los actores más interesantes a seguir.
De todas formas, me reí. En las dos obras. Pasé un buen momento. Pero no fue memorable. No tuve necesidad de hablar, largo y tendido, de las obras con mi pareja. Y creo que el problema fue la televisión (¡hasta aquí llega su influencia!), la inmediatez de las risas buscadas, la transformación del espacio escénico en un espacio cuadrado de la escena que recordaba a un plató televisivo, los excesivos cambios de escenario mal resueltos de Ser o no ser (elemento diferenciador del cine y la televisión respecto al teatro),...
Así que si se quiere uno entretener, reír, ver actores conocidos y no sufrir interminables obras de 4 horas: Madrid.
(Seguro que en Madrid también se hace otros tipos de teatros, pero esta entrada no habla de él.)
Nota 1 : ¿Alguien le podría decir a Amparo Larrañaga que actuar hablando con una cierta tonadilla (que no acento) todo el rato es muy cansado y no queda bien? Gracias, si alguien lo hace.
Nota 2: Por cierto, Madrid tiene una noche al año en que todos los espectáculos, museos,... no cobran entrada y la ciudad se convierte en un hervidero de gente yendo a algún espectáculo, concierto,... Podrían aprender otras ciudades.
Material de La cena de los generales: http://www.teatroespanol.es/la cena de los generales/.
Dossier de Ser o no ser: http://www.gruposmedia.com/alcazar/dossier_seronoser.pdf.
Información sobre la película Ser o no ser: http://es.wikipedia.org/wiki/Ser_o_no_ser.
En principio podría parecer que así es, y seguramente se abriría un debate que inevitablemente acabaría en términos políticos. Valga decir que pensando en el caso de una amiga, esta vez del mundo de la música, venía a decir un poco lo mismo. Las oportunidades son más y mejores y hay mejor disponsición a la música en directo. A nivel teatral lo desconozco, aunque siempre he pensado que la industria teatral en Catalunya (digamos más bien en Barcelona) es muy potente y la infraestructura también. Es por ello que sorprende un poco, si bien también hay que tener en cueta que el mundo teatral depende en demasiadas ocasiones de la subvención, lo que acaba por corromperlo todo...
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