2 de febrero de 2010

Casimir et Caroline (París, 2a. parte)

Kasimir und Karoline (Ödön von Horváth, 1932) no es una obra sencilla. No es que sea metafísica, del absurdo o kabuki. Simplemente que, tras sus diálogos sencillos y vanales, Horváth consiguió imprimir la situación social de la Alemania de 1932: al avance del nacionalsocialismo, la humillación moral de la derrota de la 1ª Guerra Mundial, la astronómica hiperinflacción que vivió Alemania en la década de 1920 (antes de la 1ª GM, 20 marcos eran unos 4'76 $ US, y en 1923, 1 dólar equivalía a 4.200.000.000.000 de marcos), las diferencias sociales y raciales se hacían más evidentes,...

Todo eso en 1 hora y 45 minutos de música, diálogos, peleas y besos que, a priori, parecen vanales.

Casimir et Caroline (el montaje de Emmanuel Demarcy-Mota) era la causa de nuestro viaje. Conocer nuestra obra desde un punto de vista que, seguro, no se parecería al que estamos trabajando nosotros.


Esto puede ser muy peligroso para un actor: ver cómo otra persona interpreta el mismo personaje que tú estás intentando crear, puede llevarte a la copia de ciertos aspectos o al rechazo de otros por el simple motivo de que él también lo hace. En cualquier caso muchos actores y actrices dirían que no es recomendable. Yo entre ellos.

En nuestro caso (al menos, en el mío), en tema tenía un pase. La distancia que nos ofrecía no tener ni idea de francés, que sí de la obra, nos permitía mantener nuestra creación a salvo y valorar el trabajo por su conjunto y no por cómo dijeran tal o cual frase. Amén de las diferencias entre nuestra dramaturgia y la suya.

Evidentemente, las diferencias entre el trabajo "profesional" (da para otra entrada en entrecomillado que he puesto) que vimos y el que nosotros estamos planteando son astronómicas. Desde el presupuesto (astronómico el suyo, casi inexistente el nuestro) hasta la imaginación (literal la suya, simbólica la nuestra), pudimos ver muchas diferencias.

Personalmente, no me gustó. Es verdad que muchas propuestas visuales eran impactantes (es lo que tiene el dinero) pero carentes de motivación y de contenido. Igualmente, algunas decisiones de creación de personajes eran terriblemente soporíferas o alarmantemente simples, como el
Schürzinger que presentaron: siniestro, lento, oscuro, astiado de la vida... cuando el texto (o, al menos, la traducción que nosotros trabajamos) muestran a un hombre que es un cobarde, contradictorio en sus opiniones, lameculos de su jefe, carne de cañón de la creciente ideología nazi y valiente cuando, una vez asimilado por el nazismo, se siente respaldado por una maquinaria bélica de tamañas proporciones.

El principio de la obra parecía algo caótico y hasta que no pasaron la parte del freak-show (memorable el momento en que Horváth decidió escribir estas escenas), excesivamente realista y efectista, sin nada más que aportar que la simple escenografía de las escenas de los personajes de la obra, no entró en el espacio buscado por el autor. Horváth ya avisó en una entrevista de los peligros de la caricatura que había que evitar al representar esta obra, que a pesar del extremismo de los personajes o situaciones se tenía que evitar caer en ella. Y en eso cayeron algunos actores y algunas escenas.

Evidentemente, es mi punto de vista, pero casi todos los que fuimos coincidimos y eso nos ha ayudado a reafirmarnos en la dirección que sigue nuestro trabajo.
Théâtre de la Ville, donde vimos Casimir et Caroline.

Web de la obra: www.theatredelaville-paris.com/casimir-et-caroline
Dirección del teatro: mapa

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